martes, 10 de agosto de 2010

¿QUIEN FUE ANTONIO NARIÑO?

ANTONIO NARIÑO:
Antonio Amador José Nariño y Bernardo Álvarez del Casal (Santafé de Bogotá, 9 de abril de 1765- Villa de Leyva, 13 de diciembre de 1823). Periodista, politico y militar neogranadino de destacada actuación en los albores de la independencia del Virreinato de Nueva Granada. Junto a Pedro Fermín de Vargas, Francisco de Miranda, José Cortés Madariaga y Francisco Antonio de Santacruz y Espejo se le considera precursor de la emancipación de las colonias neogranadinas del Imperio español.

ANTONIO PERIODISTA:
Desde su infancia Nariño se aficionó a la lectura, inicialmente bajo la orientación de sus padres con el propósito de suplir la educación que no podía recibir en el colegio debido a sus problemas de salud. Durante toda su vida conservó el apego a los libros y, por extensión, a los impresos que por la época de su primera juventud debieron ser muy escasos. Enrique Santos Molano, documentado biógrafo de finales del siglo XX, postula que las primeras incursiones de Nariño en el periodismo acaso se remonten a la aparición de los primeros impresos de esa naturaleza que circularon en la capital virreinal.
La del «Aviso del Terremoto sucedido en la ciudad de Santafé de Bogotá el día 12 de julio del año de 1785» fue una publicación efímera pero pionera en el periodismo neogranadino. Su primer número apareció a continuación del desastre natural (ocurrido el 16 de julio) con noticias lo acaecido en la capital en los días precedentes. El modesto impreso debió gozar de buena acogida entre el escaso público lector de aquellos días pues al cabo de otro par de entregas (25 de julio y 18 de agosto) que presumiblemente agotaron el tema que le dio origen fue seguida por la «Gazeta de Santafé», cuyo primer número salió el 31 de agosto y parece haber sido seguido por siquiera otros dos números al final de cada uno de los meses subsiguientes.
De allí en adelante la publicación de impresos se suspendió por varios años en Santafé, hasta que a fines de 1790 se produce la llegada del periodista cubano Manuel del Socorro Rodríguez traido por el virrey José de Ezpeleta para dirigir la Real Biblioteca instituida desde 1777. Editado por ese mismo funcionario, el miércoles 9 de febrero de 1791 empieza a circular el semanario «Papel periódico de Santafé», impreso con licencia del superior gobierno en la Imprenta Real. A partir del segundo número aparecerá los viernes y para su número cuatro ya contaba con una lista de 150 suscriptores encabezados por el virrey y la virreina. Desde un principio Nariño se convirtió en colaborador asiduo del nuevo periódico, y el mismo biógrafo recién citado lo supone promotor y principal aportante para la subvención de los costos de impresión no cubiertos por las suscripciones basado en la circunstancia de que cuando la vieja imprenta de los jesuitas pronto se dañó irreparablemente fue Nariño quien importó desde España (en 1792) los nuevos equipos y elementos requeridos para que el periódico pudiera seguir apareciendo. En cualquier caso, el primer artículo identificable como de Nariño que allí aparece publicado es el breve ensayo «Los frutos del árbol noble» inserto en el tercer número del periódico, correspondiente a febrero 25 de 1791. Frecuentes colaboradores del mismo periódico fueron, además del director y Nariño, los entrañables amigos de este último Pedro Fermín de Vargas y Francisco Antonio Zea.
A comienzos de 1794, Nariño al fin pudo hacer realidad una idea que rondaba su mente de tiempo atrás pero cuya puesta en ejecución había tenido que diferir a causa de sus múltiples ocupaciones y responsabilidades. En un salón de su casa en la plazuela de San Francisco, especialmente acondicionado y decorado para el efecto, estableció sede para las tertulias habituales de un grupo de intelectuales y personalidades de la sociedad santafereña que se congregarían allí ostensiblemente con el propósito de ilustrarse mutuamente con el producto de sus lecturas y el recuento de diversas experiencias y viajes a ultramar. A usanza de una época en que se carecía de medios de comunicación social, estas reuniones constituían lo que por entonces se conocía como un casino literario al que el propio Nariño asignó el apelativo de «Arcano de la Filantropía» y cuya plana de fundadores incluia, además del anfitrión, a sus amigos José María Lozano, heredero del marqués de San Jorge y hermano mayor de Jorge Tadeo, José Antonio y Juan Esteban Ricaurte, Luis y José Luis de Azuola, Francisco Antonio Zea, Joaquin Camacho, Francisco Tovar y el doctor Iriarte.
Por los mismos días de fines de 1793 o principios de 1794 Nariño procedió a imprimir su propia versión al castellano del texto francés relativo a los derechos humanos, al que se hizo alusión arriba, en temeraria o imprudente acción que habría de ser causa de interminables problemas.
Años más tarde, el domingo 14 de julio de 1811, casual o intencionalmente en coincidencia con el aniversario de la toma de La Bastilla (1789, Paris), Antonio Nariño inició en Santafé la publicación de un semanario al que llamó «La Bagatela». Era un periódico de crítica política que se proponía divulgar y hacer más efectiva su tarea de oposición a las ideas federalistas del incipiente gobierno al propio tiempo que propender por la declaración de la independencia absoluta de la Nueva Granada y la instauración de una república democrática. El nuevo periódico salió de la misma Imprenta Real, ahora regentada por Bruno Espinosa de los Monteros, que más de dos décadas atrás había impreso el «Aviso del Terremoto» y la «Gazeta de Santafé». La pluma de Nariño se demostró tan demoledora que a poco andar (en 19 de septiembre del mismo año) originó una conmoción popular que derribó el gobierno de Jorge Tadeo Lozano, primer presidente de Cundinamarca, para instalar al periodista en el poder. Nariño se mantuvo en él por espacio de dos años, hasta cuando en septiembre de 1813 salió a la cabeza de la expedición militar al sur.
Las ocurrencias y vicisitudes de los años siguientes silenciaron a Nariño. En abril de 1820, recién salido de su última prisión (Cádiz, 1816-1820) y desde un pasajero refugio en la inmediata Isla de León denunció los excesos de Pablo Morillo en el proceso de pacificación de Costa Firme y Nueva Granada entre 1815 y 1820. Bajo el seudónimo de Enrique Somoyar, Nariño escribió sus célebres cartas «Cartas de un americano a un amigo suyo», presuntamente suscritas por su antiguo benefactor en Cartagena (para entonces difunto). Por los mismos días, Nariño redactó una «Representación al rey de varios individuos americanos de Costa Firme y Suramérica residentes en Cádiz» suscrita por Juan Miguel de Quiroga con otros veintiocho patriotas, comunicación seguida por otra originada en la Sociedad Patriótica de Isla de León que presidía el mismo Nariño.
Algunos años después, de regreso en Santafé y cuando ya se acercaba al final de su vida, Nariño publicó sus «Toros de Fucha» en respuesta a múltiples y reiterados ataques que venía recibiendo, agudizados tras la aparición del periódico gobiernista «El Patriota» a fines de enero de 1823. En esta última publicación acuñó la afortunada expresión de patria boba, para referirse a los años iniciales de nuestra nacionalidad (1810-1816) al presentar su posición en torno a las tesis encontradas de federalismo y centralismo. La postrera aventura periodística de Nariño causó serios estragos a la imagen del gobierno del vicepresidente Francisco de Paula Santander.

Nariño, político:
Mimado por lo más selecto de la sociedad santafereña a la que pertenecía por nacimiento, insuperablemente ilustrado entre sus contemporáneos a través de constantes y variadas lecturas, y siempre en los mejores términos con las autoridades virreinales, Antonio Nariño se encaminó desde muy temprano a actividades políticas que supo combinar con exitosas especulaciones financieras y comerciales que lo llevaron a acumular una fortuna en el transcurso de pocos años.
Alcalde de segundo voto elegido por el cabildo de Santafé para el año de 1789 como segundo de su entrañable amigo el mayorazgo de la casa del marqués de San Jorge, José María Lozano de Peralta, a quien la misma corporación confirió la primera vara. Tesorero interino de diezmos del arzobispado, designado en julio del mismo año por el virrey Francisco Gil y Lemos en deliberada ignorancia del privilegio del cabildo eclesiástico para proveer tal cargo, fue confirmado acto seguido por el nuevo virrey José de Ezpeleta y Galdeano. Presumiblemente no habría en la Santafé de esos momentos otro personaje --aparte del virrey, el arzobispo y los oidores de la Real Audiencia-- comparable en rango, poder y distinción con Antonio Nariño. Acaso envanecido con esos logros y la preeminencia que ellos conferían, a fines de 1793 o comienzos de 1794 Nariño tuvo la audacia o la imprudencia de traducir y poner a circular el texto aprobado por la Asamblea Nacional de Francia a comienzos de la revolución (4 de agosto de 1789) consagratorio de derechos del hombre y del ciudadano que entraban en manifiesta contradicción con cuanto siglos de tradición habían consagrado como ley de la tierra en la totalidad de los reinos europeos. Esta acción de Nariño marcó el comienzo de su ruina personal y determinó que a través de altos y bajos su vida transcurriera de aquí en adelante mayormente en prisión.
Entre el momento de su captura en su casa de habitación en Santafé el 29 de agosto de 1794 y su liberación en Cartagena el 2 de junio de 1810, un lapso de casi dieciseis años, Nariño estuvo preso salvo el breve intervalo que pasó oculto en Europa y América entre el momento de su fuga en Cádiz (17 de marzo de 1796) y su entrega voluntaria en Santafé (19 de julio de 1797). A poco de este último hecho y ante las críticas que el encumbrado e ilustrado prisionero hacía al gobierno, el virrey Pedro Mendinueta le pidió que las formulara por escrito y propusiera soluciones, a lo que este se avino y en noviembre de 1797 sometió a consideración del representante del rey un informe que fue remitido por este a la corte en Madrid.
Tras su liberación en Cartagena, Nariño regresó a Santafé a tiempo para colaborar en la organización del primer congreso neogranadino del cual es designado secretario conjuntamente con Crisanto Valenzuela al inicio de sesiones en 22 de diciembre de 1810. Tras los sucesos del 20 de Julio el nuevo gobierno provisional había invitado a las provincias que integraban el antiguo virreinato de la Nueva Granada a enviar representantes a la capital con el fin de conformar un gobierno general que reemplazaría a la junta suprema de Santafé. Las provincias no vieron con buenos ojos el espíritu de preponderancia que desde un comienzo acusó la antigua capital virreinal --cuya junta, para general insatisfacción, se autodesignó «suprema». Desde un comienzo las opiniones se dividieron entre quienes desde Santafé proponían un modelo centralista de gobierno y los que desde las provincias, con la de Cartagena a la cabeza, propugnaban por uno federalista. El congreso se instaló con asistencia de representantes de las provincias de Santafé, Nóvita, Pamplona, El Socorro, Mariquita, y Neiva. Las demás provincias (Cartagena, Santa Marta, Medellín, Popayán, Pasto, entre ellas) se abstuvieron de concurrir para manifestar su aversión a las orientaciones de Santafé, a cuya junta acusaban de pretender imitar a la junta central de Sevilla para constituir un gobierno monstruoso y tan favorable a la capital como opuesto a los intereses de las provincias. La instalación corrió por cuenta del vicepresidente de la junta suprema de Santafé, el alcalde ordinario José Miguel Pey, quien tomó a los representantes juramento de defender la religión católica, sostener los derechos de Fernando VII contra el usurpador Napoleón Bonaparte y no reconocer autoridad distinta a las de las juntas provinciales y el congreso que se estaba instalando con expresa exclusión del Consejo de Regencia de España. Al cabo de un par de meses y sin haber decidido nada sustancial, distinto a decretar privilegios para sí mismo y disputar con la junta de Santafé, el congreso se disolvió sin pena ni gloria dejando burlados los anhelos del patriotismo. Los representantes por Pamplona y Mariquita se habían retirado antes de la clausura de sesiones.
En vista del fracaso en las tentativas para armar un gobierno general, Cundinamarca se propuso establecer el suyo particular. A partir del 27 de febrero de 1811 se reunió un Colegio Constituyente presidido por Jorge Tadeo Lozano, quien fue también designado primer presidente del nuevo Estado de Cundinamarca, con propósito de redactar una Constitución que en 30 de marzo logró aprobación a partir del proyecto del mismo Lozano y Luis Eduardo de Azuola con algunos apartes del propuesto por José María del Castillo y Rada, sobre dos bases fundamentales: profesión solemne de la fe católica y reconocimiento de Fernando VII por «rey de los cundinamarqueses» con sujeción a la misma Constitución. De espiritu federal pero sin abandonar la idea de un gobierno centralista para el antiguo virreinato, el código previó la eventual agregación de otras provincias que, en tal caso, se sujetarían a la misma carta fundamental. Antonio Nariño, centralista declarado, pasó a hacer oposición al nuevo gobierno desde su periódico «La Bagatela» cuyo primer número circuló, como quedó dicho, en 1811-07-14.
La oposición de Nariño terminó pronto por tumbar al gobierno de Lozano (19 de agosto) y aquel fue aclamado popularmente por presidente. Por casi dos años se mantuvo Nariño en la presidencia de Cundinamarca, siempre enfrentado al Congreso de las Provincias Unidas que bajo la presidencia de Camilo Torres se esforzaba en vano por lograr que se generalizara el sistema federal. Mientras tanto, tropas realistas dirigidas desde la presidencia de Quito invadieron el sur de la república y, tomada Popayán, amenazaban con avanzar hacia la capital. La emergencia hizo que Nariño y Torres concordaran en la necesidad de emprender una campaña militar conjunta que enfrentara y derrotara a los invasores. Nariño se ofreció a comandar los ejércitos combinados de Cundinamarca y las Provincias Unidas pero antes de partir pidió y obtuvo que Cundinamarca declarara su independencia absoluta respecto de España y de cualquier gobierno que no fuera el propio (16 de julio de 1813). Dejó las riendas del gobierno de Cundinamarca en manos de su tío Manuel de Bernardo Alvarez e investido del rango de teniente general salió de Santafé en 21 de septiembre de 1813.
Una marcha inicialmente victoriosa terminó inesperadamente en fracaso al verse Nariño precisado a entregarse al jefe militar de Pasto en 14 de mayo de 1814. Los siguientes seis años los pasó de nuevo en prisión. De Pasto pasó a Quito y de allí a Guayaquil, en donde se le embarcó para Cádiz y allá permaneció preso hasta el 23 de marzo de 1820.
Nariño regresó a América por el Caribe y Venezuela. En 20 de febrero de 1821 se reportó al Libertador Simón Bolívar desde Angostura y este lo recibió con afecto e invitó a que se le reuniera en los llanos del Apure. Allí lo puso al tanto de las dificultades para instalar el congreso constituyente convocado en la Villa del Rosario de Cúcuta por el fallecimiento (en 9 de marzo) del vicepresidente interino, el jurista venezolano Juan Germán Roscio, y la grave enfermedad de su reemplazo, el general neogranadino Luis Eduardo de Azuola (quien falleció en 13 de abril). En consecuencia, Bolívar pidió a Nariño que se dirigiera sin tardanza a esa villa para, con igual rango de vicepresidente interino, proceder inmediatamente después de su llegada a instalar el congreso. Así lo verificó este último el 6 de mayo.
Diversos problemas precipitaron la renuncia del vicepresidente Nariño apenas al cabo de dos meses (en julio 5) y este, bastante afectado en su salud, se encaminó hacia la capital adonde llegó en los primeros días del mes de enero de 1822. De vuelta en su tierra natal tras una ausencia de más de ocho años, envejecido y enfermo buscó refugio en su casa de Fucha en donde permaneció en reposado aislamiento hasta cuando en octubre el gobierno del vicepresidente Francisco de Paula Santander lo designó comandante general de armas de la provincia de Cundinamarca y presidente de la comisión de repartimiento de bienes nacionales. Por esos mismos días el congreso de Cúcuta lo había elegido senador para sus próximas sesiones en Santafé a partir del primer día de 1823 pero su curul fue sorpresivamente impugnada por dos jóvenes políticos que lo consideraron indigno de ocuparla. Al cabo de los debates suscitados por la singular situación se convino en mantener la elección de Nariño, pendiente de la defensa que haría el impugnado al inicio de las sesiones en la capital.
En 3 de diciembre de 1822, próxima la fecha establecida para instalar las sesiones del congreso el primer día de 1823, Nariño fue oficialmente notificado de su elección como senador en Cúcuta y de la impugnación de la misma por tres cargos que se le hacían, a saber: haber quedado deudor fallido de las sumas que resultaron a su cargo en 1794 mientras se desempeñaba como tesorero de diezmos del arzobispado en Santafé; haberse entregado voluntaria y cobardemente al enemigo a las puertas de Pasto en inexplicable corolario de la exitosa campaña militar que hasta ese mismo día había conducido desde Santafé; y, haber permanecido por su gusto ausente del país hasta pocos meses antes de su elección como senador en Cúcuta. Por delicadeza, Nariño procedió al día siguiente de esa notificación a renunciar su empleo de comandante de armas de Cundinamarca aduciendo que la circunstancia en que lo dejaba la comunicación recibida le impidía seguir desempeñando cualquier función pública. Su renuncia fue reiterada en 1 de enero de 1823, fecha en que el congreso ante el que había de defenderse hubiera debido instalarse, y todavía en 1 de febrero. Pero apenas le fue aceptada en 12 de febrero y en ese mismo día Nariño entregó el cargo al general José María Cordova para dedicar casi todo su tiempo y empeño a la preparación de su defensa.
En 5 de marzo y en respuesta a múltiples y reiterados ataques de que venía siendo objeto, agudizados tras la aparición del periódico gobiernista «El Patriota» el 26 de Enero, Nariño publicó la primera entrega de sus «Toros de Fucha» que causó estragos a la imagen del gobierno. Una aparente queja allí contenida sobre mordazas a la libre expresión llevó al vicepresidente Francisco de Paula Santander a pedirle explicaciones, de manera más bien conminatoria, según lo narró la segunda entrega del papel (abril 7).
Apenas el 8 de abril de 1823 se instaló finalmente el congreso. Había natural expectativa de favorecedores y contrincantes políticos sobre la defensa que correspondia hacer al precursor Antonio Nariño sobre su derecho a ocupar la curul por Cundinamarca para la que había sido elegido por el mayor número de votos al cierre del congreso constituyente en Villa del Rosario (9 de octubre de 1821), pero algunos debates previos fueron dando largas a la iniciación de la intervención del impugnado. Nariño, por su parte, optó por abstenerse de concurrir a sesiones hasta poder iniciar su defensa, lo que ocurrió en mayo 14 cuando el ilustre acusado compareció ante el pleno del congreso para defenderse públicamente de las acusaciones de que había sido objeto en Cúcuta al momento de su elección como senador. Emotiva y documentada exposición de argumentos incontestables dejó sin piso las tres temerarias acusaciones en su contra y el día 20 del mismo mes Nariño resultó absuelto incondicionalmente y su derecho a posesionarse como senador le fue reconocido sin objeciones. Desde ese día asistió puntualmente a las sesiones del congreso a tiempo que su salud desmejoraba a ojos vista, al punto de verse en la necesidad de solicitar licencia para trasladarse a un mejor clima tras la clausura de las sesiones ordinarias en 6 de agosto.

Nariño, militar:
BogotáAntonio Nariño no fue militar de carrera pues sus primeros pasos en esa dirección terminaron recién iniciados cuando a la temprana edad de sus dieciseis años, mientras era abanderado de una unidad de milicia creada en 1781 en Santafé ante la eventualidad de una marcha de los comuneros sobre la capital virreinal, el primero de febrero de 1782 hubo de presenciar en la Plaza Mayor de la capital virreinal el suplicio y ejecución de varios rebeldes capitaneados por José Antonio Galán. Presumiblemente impresionado por el terrible espectáculo, el joven Nariño pidió la baja al mes siguiente.
Las calamitosas cuanto extraordinarias circunstancias de aquellos tiempos hicieron posible el que Nariño retornara a las filas del ejército al cabo de más de tres décadas pero esta vez con el más alto rango militar, cuando siendo presidente de Cundinamarca en septiembre de 1813 se ofreció para comandar en jefe las fuerzas unidas del Estado que gobernaba con aquellas de las Provincias Unidas de Nueva Granada, aportadas desde Tunja por su acérrimo rival político Camilo Torres, con el fin de marchar al sur para recuperar a Popayán y evitar que tropas realistas avanzaran hacia el interior de la república en un empeño de invasión ordenado desde la presidencia de Quito.
El éxito inicial de la campaña, que Nariño condujo victoriosamente hasta las puertas de la ciudad de Pasto, se vió sorpresivamente interrumpido en 11 de mayo de 1814 cuando de manera inexplicable la avanzada que el mismo general en jefe comandaba resultó superada por un tropel de paisanos que, sin instrucción militar alguna ni armas diferentes a palos y piedras, pusieron en apresurada y desordenada fuga a los presuntos invasores.
Nariño optó por quedarse solo luego de despachar de regreso a Popayán (capital provincial que había retomado para los patriotas desde el 2 de enero) en procura de refuerzos a los oficiales de su entorno inmediato, entre quienes se contaba su propio hijo homónimo Antonio Nariño y Ortega. Cansado de deambular por los montes circundantes por unos días, el día 14 de mayo un hambriento y fatigado Nariño se entrega a merced de su oponente realista de las jornadas precedentes, mariscal Melchor Aymerich. Enemigo noble, Aymerich recibió a Nariño por prisionero pero dispuso que se le diera tratamiento correspondiente a sus muy elevados empleo y rango; y, para abundar en deferencias, denegó la solicitud del prisionero sobre ser enviado a Quito en la certeza de que el presidente Toribio Montes no le guardaría las mismas consideraciones y le haría fusilar sin vacilación. Se limitó a autorizarle que se dirigiera a él por escrito mientras que por su parte al día siguiente Aymerich ofició al general patriota José Ramón de Leyva en Popayán para notificarle la prisión del presidente de Cundinamarca.
Meses más tarde, en 4 de julio, desde su prisión en Pasto el presidente Nariño envia al gobierno de Cundinamarca su propuesta para un armisticio con Quito. El presidente encargado Manuel de Bernardo Alvarez pasó la propuesta al congreso para su consideración y este respondió favorablemente a la iniciativa que, sin embargo, no encontró acogida entre los realistas.
El día 15 de julio de 1815, Nariño fue remitido desde Pasto con destino a Quito por orden del presidente Montes. Al parecer hubo algunos intentos inútiles de patriotas granadinos para liberarlo a la fuerza en el trayecto. Llegado a su destino, fue despachado a Lima para ser embarcado con destino a Cádiz, adonde llegó a principios de marzo de 1816 para ser recluido en la cárcel pública donde permaneció los siguientes cuatro años. Fue liberado en marzo 23 de 1820.
HECHO POR DONNY Y EXTRAIDO DE WWW.WIKIPEDIA.COM
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