Mimado por lo más selecto de la sociedad santafereña a la que pertenecía por nacimiento, insuperablemente ilustrado entre sus contemporáneos a través de constantes y variadas lecturas, y siempre en los mejores términos con las autoridades virreinales, Antonio Nariño se encaminó desde muy temprano a actividades políticas que supo combinar con exitosas especulaciones financieras y comerciales que lo llevaron a acumular una fortuna en el transcurso de pocos años.
Alcalde de segundo voto elegido por el cabildo de Santafé para el año de 1789 como segundo de su entrañable amigo el mayorazgo de la casa del marqués de San Jorge, José María Lozano de Peralta, a quien la misma corporación confirió la primera vara. Tesorero interino de diezmos del arzobispado, designado en julio del mismo año por el virrey Francisco Gil y Lemos en deliberada ignorancia del privilegio del cabildo eclesiástico para proveer tal cargo, fue confirmado acto seguido por el nuevo virrey José de Ezpeleta y Galdeano. Presumiblemente no habría en la Santafé de esos momentos otro personaje --aparte del virrey, el arzobispo y los oidores de la Real Audiencia-- comparable en rango, poder y distinción con Antonio Nariño. Acaso envanecido con esos logros y la preeminencia que ellos conferían, a fines de 1793 o comienzos de 1794 Nariño tuvo la audacia o la imprudencia de traducir y poner a circular el texto aprobado por la Asamblea Nacional de Francia a comienzos de la revolución (4 de agosto de 1789) consagratorio de derechos del hombre y del ciudadano que entraban en manifiesta contradicción con cuanto siglos de tradición habían consagrado como ley de la tierra en la totalidad de los reinos europeos. Esta acción de Nariño marcó el comienzo de su ruina personal y determinó que a través de altos y bajos su vida transcurriera de aquí en adelante mayormente en prisión.
Entre el momento de su captura en su casa de habitación en Santafé el 29 de agosto de 1794 y su liberación en Cartagena el 2 de junio de 1810, un lapso de casi dieciseis años, Nariño estuvo preso salvo el breve intervalo que pasó oculto en Europa y América entre el momento de su fuga en Cádiz (17 de marzo de 1796) y su entrega voluntaria en Santafé (19 de julio de 1797). A poco de este último hecho y ante las críticas que el encumbrado e ilustrado prisionero hacía al gobierno, el virrey Pedro Mendinueta le pidió que las formulara por escrito y propusiera soluciones, a lo que este se avino y en noviembre de 1797 sometió a consideración del representante del rey un informe que fue remitido por este a la corte en Madrid.
Tras su liberación en Cartagena, Nariño regresó a Santafé a tiempo para colaborar en la organización del primer congreso neogranadino del cual es designado secretario conjuntamente con Crisanto Valenzuela al inicio de sesiones en 22 de diciembre de 1810. Tras los sucesos del 20 de Julio el nuevo gobierno provisional había invitado a las provincias que integraban el antiguo virreinato de la Nueva Granada a enviar representantes a la capital con el fin de conformar un gobierno general que reemplazaría a la junta suprema de Santafé. Las provincias no vieron con buenos ojos el espíritu de preponderancia que desde un comienzo acusó la antigua capital virreinal --cuya junta, para general insatisfacción, se autodesignó «suprema». Desde un comienzo las opiniones se dividieron entre quienes desde Santafé proponían un modelo centralista de gobierno y los que desde las provincias, con la de Cartagena a la cabeza, propugnaban por uno federalista. El congreso se instaló con asistencia de representantes de las provincias de Santafé, Nóvita, Pamplona, El Socorro, Mariquita, y Neiva. Las demás provincias (Cartagena, Santa Marta, Medellín, Popayán, Pasto, entre ellas) se abstuvieron de concurrir para manifestar su aversión a las orientaciones de Santafé, a cuya junta acusaban de pretender imitar a la junta central de Sevilla para constituir un gobierno monstruoso y tan favorable a la capital como opuesto a los intereses de las provincias. La instalación corrió por cuenta del vicepresidente de la junta suprema de Santafé, el alcalde ordinario José Miguel Pey, quien tomó a los representantes juramento de defender la religión católica, sostener los derechos de Fernando VII contra el usurpador Napoleón Bonaparte y no reconocer autoridad distinta a las de las juntas provinciales y el congreso que se estaba instalando con expresa exclusión del Consejo de Regencia de España. Al cabo de un par de meses y sin haber decidido nada sustancial, distinto a decretar privilegios para sí mismo y disputar con la junta de Santafé, el congreso se disolvió sin pena ni gloria dejando burlados los anhelos del patriotismo. Los representantes por Pamplona y Mariquita se habían retirado antes de la clausura de sesiones.
En vista del fracaso en las tentativas para armar un gobierno general, Cundinamarca se propuso establecer el suyo particular. A partir del 27 de febrero de 1811 se reunió un Colegio Constituyente presidido por Jorge Tadeo Lozano, quien fue también designado primer presidente del nuevo Estado de Cundinamarca, con propósito de redactar una Constitución que en 30 de marzo logró aprobación a partir del proyecto del mismo Lozano y Luis Eduardo de Azuola con algunos apartes del propuesto por José María del Castillo y Rada, sobre dos bases fundamentales: profesión solemne de la fe católica y reconocimiento de Fernando VII por «rey de los cundinamarqueses» con sujeción a la misma Constitución. De espiritu federal pero sin abandonar la idea de un gobierno centralista para el antiguo virreinato, el código previó la eventual agregación de otras provincias que, en tal caso, se sujetarían a la misma carta fundamental. Antonio Nariño, centralista declarado, pasó a hacer oposición al nuevo gobierno desde su periódico «La Bagatela» cuyo primer número circuló, como quedó dicho, en 1811-07-14.
La oposición de Nariño terminó pronto por tumbar al gobierno de Lozano (19 de agosto) y aquel fue aclamado popularmente por presidente. Por casi dos años se mantuvo Nariño en la presidencia de Cundinamarca, siempre enfrentado al Congreso de las Provincias Unidas que bajo la presidencia de Camilo Torres se esforzaba en vano por lograr que se generalizara el sistema federal. Mientras tanto, tropas realistas dirigidas desde la presidencia de Quito invadieron el sur de la república y, tomada Popayán, amenazaban con avanzar hacia la capital. La emergencia hizo que Nariño y Torres concordaran en la necesidad de emprender una campaña militar conjunta que enfrentara y derrotara a los invasores. Nariño se ofreció a comandar los ejércitos combinados de Cundinamarca y las Provincias Unidas pero antes de partir pidió y obtuvo que Cundinamarca declarara su independencia absoluta respecto de España y de cualquier gobierno que no fuera el propio (16 de julio de 1813). Dejó las riendas del gobierno de Cundinamarca en manos de su tío Manuel de Bernardo Alvarez e investido del rango de teniente general salió de Santafé en 21 de septiembre de 1813.
Una marcha inicialmente victoriosa terminó inesperadamente en fracaso al verse Nariño precisado a entregarse al jefe militar de Pasto en 14 de mayo de 1814. Los siguientes seis años los pasó de nuevo en prisión. De Pasto pasó a Quito y de allí a Guayaquil, en donde se le embarcó para Cádiz y allá permaneció preso hasta el 23 de marzo de 1820.
Nariño regresó a América por el Caribe y Venezuela. En 20 de febrero de 1821 se reportó al Libertador Simón Bolívar desde Angostura y este lo recibió con afecto e invitó a que se le reuniera en los llanos del Apure. Allí lo puso al tanto de las dificultades para instalar el congreso constituyente convocado en la Villa del Rosario de Cúcuta por el fallecimiento (en 9 de marzo) del vicepresidente interino, el jurista venezolano Juan Germán Roscio, y la grave enfermedad de su reemplazo, el general neogranadino Luis Eduardo de Azuola (quien falleció en 13 de abril). En consecuencia, Bolívar pidió a Nariño que se dirigiera sin tardanza a esa villa para, con igual rango de vicepresidente interino, proceder inmediatamente después de su llegada a instalar el congreso. Así lo verificó este último el 6 de mayo.
Diversos problemas precipitaron la renuncia del vicepresidente Nariño apenas al cabo de dos meses (en julio 5) y este, bastante afectado en su salud, se encaminó hacia la capital adonde llegó en los primeros días del mes de enero de 1822. De vuelta en su tierra natal tras una ausencia de más de ocho años, envejecido y enfermo buscó refugio en su casa de Fucha en donde permaneció en reposado aislamiento hasta cuando en octubre el gobierno del vicepresidente Francisco de Paula Santander lo designó comandante general de armas de la provincia de Cundinamarca y presidente de la comisión de repartimiento de bienes nacionales. Por esos mismos días el congreso de Cúcuta lo había elegido senador para sus próximas sesiones en Santafé a partir del primer día de 1823 pero su curul fue sorpresivamente impugnada por dos jóvenes políticos que lo consideraron indigno de ocuparla. Al cabo de los debates suscitados por la singular situación se convino en mantener la elección de Nariño, pendiente de la defensa que haría el impugnado al inicio de las sesiones en la capital.
En 3 de diciembre de 1822, próxima la fecha establecida para instalar las sesiones del congreso el primer día de 1823, Nariño fue oficialmente notificado de su elección como senador en Cúcuta y de la impugnación de la misma por tres cargos que se le hacían, a saber: haber quedado deudor fallido de las sumas que resultaron a su cargo en 1794 mientras se desempeñaba como tesorero de diezmos del arzobispado en Santafé; haberse entregado voluntaria y cobardemente al enemigo a las puertas de Pasto en inexplicable corolario de la exitosa campaña militar que hasta ese mismo día había conducido desde Santafé; y, haber permanecido por su gusto ausente del país hasta pocos meses antes de su elección como senador en Cúcuta. Por delicadeza, Nariño procedió al día siguiente de esa notificación a renunciar su empleo de comandante de armas de Cundinamarca aduciendo que la circunstancia en que lo dejaba la comunicación recibida le impidía seguir desempeñando cualquier función pública. Su renuncia fue reiterada en 1 de enero de 1823, fecha en que el congreso ante el que había de defenderse hubiera debido instalarse, y todavía en 1 de febrero. Pero apenas le fue aceptada en 12 de febrero y en ese mismo día Nariño entregó el cargo al general José María Cordova para dedicar casi todo su tiempo y empeño a la preparación de su defensa.
En 5 de marzo y en respuesta a múltiples y reiterados ataques de que venía siendo objeto, agudizados tras la aparición del periódico gobiernista «El Patriota» el 26 de Enero, Nariño publicó la primera entrega de sus «Toros de Fucha» que causó estragos a la imagen del gobierno. Una aparente queja allí contenida sobre mordazas a la libre expresión llevó al vicepresidente Francisco de Paula Santander a pedirle explicaciones, de manera más bien conminatoria, según lo narró la segunda entrega del papel (abril 7).
Apenas el 8 de abril de 1823 se instaló finalmente el congreso. Había natural expectativa de favorecedores y contrincantes políticos sobre la defensa que correspondia hacer al precursor Antonio Nariño sobre su derecho a ocupar la curul por Cundinamarca para la que había sido elegido por el mayor número de votos al cierre del congreso constituyente en Villa del Rosario (9 de octubre de 1821), pero algunos debates previos fueron dando largas a la iniciación de la intervención del impugnado. Nariño, por su parte, optó por abstenerse de concurrir a sesiones hasta poder iniciar su defensa, lo que ocurrió en mayo 14 cuando el ilustre acusado compareció ante el pleno del congreso para defenderse públicamente de las acusaciones de que había sido objeto en Cúcuta al momento de su elección como senador. Emotiva y documentada exposición de argumentos incontestables dejó sin piso las tres temerarias acusaciones en su contra y el día 20 del mismo mes Nariño resultó absuelto incondicionalmente y su derecho a posesionarse como senador le fue reconocido sin objeciones. Desde ese día asistió puntualmente a las sesiones del congreso a tiempo que su salud desmejoraba a ojos vista, al punto de verse en la necesidad de solicitar licencia para trasladarse a un mejor clima tras la clausura de las sesiones ordinarias en 6 de agosto.
EXTRAIDO DE:http://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Nari%C3%B1o
DE BRAYAN NAJAR
No hay comentarios:
Publicar un comentario