Desde su infancia Nariño se aficionó a la lectura, inicialmente bajo la orientación de sus padres con el propósito de suplir la educación que no podía recibir en el colegio debido a sus problemas de salud. Durante toda su vida conservó el apego a los libros y, por extensión, a los impresos que por la época de su primera juventud debieron ser muy escasos. Enrique Santos Molano, documentado biógrafo de finales del siglo XX, postula que las primeras incursiones de Nariño en el periodismo acaso se remonten a la aparición de los primeros impresos de esa naturaleza que circularon en la capital virreinal.
La del «Aviso del Terremoto sucedido en la ciudad de Santafé de Bogotá el día 12 de julio del año de 1785» fue una publicación efímera pero pionera en el periodismo neogranadino. Su primer número apareció a continuación del desastre natural (ocurrido el 16 de julio) con noticias lo acaecido en la capital en los días precedentes. El modesto impreso debió gozar de buena acogida entre el escaso público lector de aquellos días pues al cabo de otro par de entregas (25 de julio y 18 de agosto) que presumiblemente agotaron el tema que le dio origen fue seguida por la «Gazeta de Santafé», cuyo primer número salió el 31 de agosto y parece haber sido seguido por siquiera otros dos números al final de cada uno de los meses subsiguientes.
De allí en adelante la publicación de impresos se suspendió por varios años en Santafé, hasta que a fines de 1790 se produce la llegada del periodista cubano Manuel del Socorro Rodríguez traido por el virrey José de Ezpeleta para dirigir la Real Biblioteca instituida desde 1777. Editado por ese mismo funcionario, el miércoles 9 de febrero de 1791 empieza a circular el semanario «Papel periódico de Santafé», impreso con licencia del superior gobierno en la Imprenta Real. A partir del segundo número aparecerá los viernes y para su número cuatro ya contaba con una lista de 150 suscriptores encabezados por el virrey y la virreina. Desde un principio Nariño se convirtió en colaborador asiduo del nuevo periódico, y el mismo biógrafo recién citado lo supone promotor y principal aportante para la subvención de los costos de impresión no cubiertos por las suscripciones basado en la circunstancia de que cuando la vieja imprenta de los jesuitas pronto se dañó irreparablemente fue Nariño quien importó desde España (en 1792) los nuevos equipos y elementos requeridos para que el periódico pudiera seguir apareciendo. En cualquier caso, el primer artículo identificable como de Nariño que allí aparece publicado es el breve ensayo «Los frutos del árbol noble» inserto en el tercer número del periódico, correspondiente a febrero 25 de 1791. Frecuentes colaboradores del mismo periódico fueron, además del director y Nariño, los entrañables amigos de este último Pedro Fermín de Vargas y Francisco Antonio Zea.
A comienzos de 1794, Nariño al fin pudo hacer realidad una idea que rondaba su mente de tiempo atrás pero cuya puesta en ejecución había tenido que diferir a causa de sus múltiples ocupaciones y responsabilidades. En un salón de su casa en la plazuela de San Francisco, especialmente acondicionado y decorado para el efecto, estableció sede para las tertulias habituales de un grupo de intelectuales y personalidades de la sociedad santafereña que se congregarían allí ostensiblemente con el propósito de ilustrarse mutuamente con el producto de sus lecturas y el recuento de diversas experiencias y viajes a ultramar. A usanza de una época en que se carecía de medios de comunicación social, estas reuniones constituían lo que por entonces se conocía como un casino literario al que el propio Nariño asignó el apelativo de «Arcano de la Filantropía» y cuya plana de fundadores incluia, además del anfitrión, a sus amigos José María Lozano, heredero del marqués de San Jorge y hermano mayor de Jorge Tadeo, José Antonio y Juan Esteban Ricaurte, Luis y José Luis de Azuola, Francisco Antonio Zea, Joaquin Camacho, Francisco Tovar y el doctor Iriarte.
Por los mismos días de fines de 1793 o principios de 1794 Nariño procedió a imprimir su propia versión al castellano del texto francés relativo a los derechos humanos, al que se hizo alusión arriba, en temeraria o imprudente acción que habría de ser causa de interminables problemas.
Años más tarde, el domingo 14 de julio de 1811, casual o intencionalmente en coincidencia con el aniversario de la toma de La Bastilla (1789, Paris), Antonio Nariño inició en Santafé la publicación de un semanario al que llamó «La Bagatela». Era un periódico de crítica política que se proponía divulgar y hacer más efectiva su tarea de oposición a las ideas federalistas del incipiente gobierno al propio tiempo que propender por la declaración de la independencia absoluta de la Nueva Granada y la instauración de una república democrática. El nuevo periódico salió de la misma Imprenta Real, ahora regentada por Bruno Espinosa de los Monteros, que más de dos décadas atrás había impreso el «Aviso del Terremoto» y la «Gazeta de Santafé». La pluma de Nariño se demostró tan demoledora que a poco andar (en 19 de septiembre del mismo año) originó una conmoción popular que derribó el gobierno de Jorge Tadeo Lozano, primer presidente de Cundinamarca, para instalar al periodista en el poder. Nariño se mantuvo en él por espacio de dos años, hasta cuando en septiembre de 1813 salió a la cabeza de la expedición militar al sur.
Las ocurrencias y vicisitudes de los años siguientes silenciaron a Nariño. En abril de 1820, recién salido de su última prisión (Cádiz, 1816-1820) y desde un pasajero refugio en la inmediata Isla de León denunció los excesos de Pablo Morillo en el proceso de pacificación de Costa Firme y Nueva Granada entre 1815 y 1820. Bajo el seudónimo de Enrique Somoyar, Nariño escribió sus célebres cartas «Cartas de un americano a un amigo suyo», presuntamente suscritas por su antiguo benefactor en Cartagena (para entonces difunto). Por los mismos días, Nariño redactó una «Representación al rey de varios individuos americanos de Costa Firme y Suramérica residentes en Cádiz» suscrita por Juan Miguel de Quiroga con otros veintiocho patriotas, comunicación seguida por otra originada en la Sociedad Patriótica de Isla de León que presidía el mismo Nariño.
Algunos años después, de regreso en Santafé y cuando ya se acercaba al final de su vida, Nariño publicó sus «Toros de Fucha» en respuesta a múltiples y reiterados ataques que venía recibiendo, agudizados tras la aparición del periódico gobiernista «El Patriota» a fines de enero de 1823. En esta última publicación acuñó la afortunada expresión de patria boba, para referirse a los años iniciales de nuestra nacionalidad (1810-1816) al presentar su posición en torno a las tesis encontradas de federalismo y centralismo. La postrera aventura periodística de Nariño causó serios estragos a la imagen del gobierno del vicepresidente Francisco de Paula Santander.
EXTRAIDO DE http://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_Nari%C3%B1o
DE BRAYAN NAJAR
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